HOMENAJE A JOSÉ LUIS TORMO
BIOGRAFÍAJosé Luis Tormo Guerola (1953-2008).Nació en Valencia.
Estudió bachiller en el colegio de los Escolapios nuevos de la ciudad.
Desde la adolescencia sintió la inclinación literaria, de hecho, la obra que presentamos fue creada por Tormo a los 14 años.
Esta extraordinaria capacidad fue truncada de raíz por el empecinamiento de su padre, convenciéndolo para que estudiase arquitectura y se dedicase a la productiva construcción.
Este lapsus supuso para José Luis que, prácticamente, un tercio de su vida lo emplease para comprobar su tremendo error de elección, al fracasar tanto en la licenciatura como en las actividades constructoras, radicalmente paralizadas tras el auge especulador de los años sesenta y principio de los setenta.
Por suerte, en el ínterin desarrolló otras actividades creativas.
Se convirtió en consumado dibujante y pintor, así como en virtuoso guitarrista y miembro fundador del Quintetito Polifacies en 1984.
Es, a partir de esta época, cuando decide dar el vuelco definitivo a su vida y dedicarse, por entero, a su auténtica vocación literaria e historiadora.
Tanto la Radio como lo Prensa escrita le dieron la oportunidad de desarrollar la tremenda acumulación de ideas que estuvo almacenando desde la niñez, convirtiéndose en una mente tan fructífera que inmediatamente fue solicitado y empleado por prácticamente todas las cadenas y diarios valencianos.
Por desgracia el 26 de abril del año 2008 nos dejó repentinamente, frustrando radicalmente la magnífica posibilidad de heredar parte de su conocimiento.
Valga la divulgación de esta obra adolescente de Tormo para mostrar la extraordinaria capacidad de este ilustre valenciano.
Estudió bachiller en el colegio de los Escolapios nuevos de la ciudad.
Desde la adolescencia sintió la inclinación literaria, de hecho, la obra que presentamos fue creada por Tormo a los 14 años.
Esta extraordinaria capacidad fue truncada de raíz por el empecinamiento de su padre, convenciéndolo para que estudiase arquitectura y se dedicase a la productiva construcción.
Este lapsus supuso para José Luis que, prácticamente, un tercio de su vida lo emplease para comprobar su tremendo error de elección, al fracasar tanto en la licenciatura como en las actividades constructoras, radicalmente paralizadas tras el auge especulador de los años sesenta y principio de los setenta.
Por suerte, en el ínterin desarrolló otras actividades creativas.
Se convirtió en consumado dibujante y pintor, así como en virtuoso guitarrista y miembro fundador del Quintetito Polifacies en 1984.
Es, a partir de esta época, cuando decide dar el vuelco definitivo a su vida y dedicarse, por entero, a su auténtica vocación literaria e historiadora.
Tanto la Radio como lo Prensa escrita le dieron la oportunidad de desarrollar la tremenda acumulación de ideas que estuvo almacenando desde la niñez, convirtiéndose en una mente tan fructífera que inmediatamente fue solicitado y empleado por prácticamente todas las cadenas y diarios valencianos.
Por desgracia el 26 de abril del año 2008 nos dejó repentinamente, frustrando radicalmente la magnífica posibilidad de heredar parte de su conocimiento.
Valga la divulgación de esta obra adolescente de Tormo para mostrar la extraordinaria capacidad de este ilustre valenciano.

LA HABILIDAD DE LO PREVISTO
(Comedia en dos actos)
José Luis Tormo Guerola
(1967)
José Luis Tormo Guerola
(1967)
DRAMATIS PERSONAE
DIRECTOR
ARMANDO. Gerente
PILI. Secretaria
CAJERO
CURA
ENTERRADOR
FUTBOLISTA
BANQUERO
FOTÓGRAFO
REPORTERO
MUJER 1
MUJER 2
ACTO I
(En escena el despacho de un director).
(Una mesa llena de papeles. Sobre ella un retrato antiguo).
(Frente a la mesa un sillón, ocupado por un hombre, que mira con atención al director, sentado tras la mesa y enfrascado en un papel).(Suena un himno deportivo).
DIRECTOR.- Esto de las quinielas, cada día es más difícil…
ARMANDO.- Equis.
DIRECTOR.- ¿Equis? ¡Tú que sabrás!
ARMANDO.- Uno.
DIRECTOR.- ¡Ahora hablas con sabiduría! ¡Un uno! ¡De ésta me hago más millonario!
ARMANDO.- Déjanos algo a los demás ¿no?
DIRECTOR.- No. Para que uno se haga millonario es necesario que otro se muera de hambre ¿no es eso? Pues, si uno quiere ser millonario, es lógico que mueran más.
ARMANDO.- ¡Si te sobra el dinero!
(El director dejando la quiniela)
DIRECTOR.- ¡El dinero no sobra! ¡Falta! ¿Quién habrá que le sobre el dinero?
ARMANDO.- Mucha gente. A los banqueros, por ejemplo.
DIRECTOR.- Pero ése no es suyo…
ARMANDO.- ¿Ah, no? ¿Y de quién entonces?
DIRECTOR.- Pues… no sé. De quienes lo dejamos en sus bancos, supongo.
ARMANDO.- ¡Y allí están! Legalmente te pertenecen, pero realmente, no. Por eso, cuando alguien lo necesita no acuden a ti, sino al director del banco, porque es más rápido, dicen.
DIRECTOR.- Ya. Enterado.
ARMANDO.-
(Poniéndose en pie)
No sé quién dijo, y tenía mucha razón, que fundar un banco es moralmente lo mismo que atracarlo.
DIRECTOR.- Todo el mundo se baña en agua sucia.
ARMANDO.- Así es. A nadie le sobra el dinero porque, si así fuera, la vida perdería todo su encanto, ¿no crees? Por ejemplo tú. ¿Qué harías si un día te dieses cuenta de que se te cae el dinero del bolsillo?
DIRECTOR.- Comprarme un yate…
ARMANDO.- Si ya tienes uno…
DIRECTOR.- Pues otro, comprar…comprar, comprar…
ARMANDO.- ¿Ves? No sabrías qué hacer. Estarías quieto en tu casa, sabiendo que puedes hacer lo que te plazca, pero sin hacerlo.
DIRECTOR.- ¿Y no es bastante?
ARMANDO.- Claro que no. Si tuviéramos todo el oro del mundo ¿por cuál cambiarías el placer de quitárselo a los demás?
DIRECTOR.- Mi dinero es mío.
ARMANDO.- ¿Y de quién era antes?
DIRECTOR.- Antes era del primero que lo cogiera. Como las perdices.
ARMANDO.- Exacto. Vas haciéndote la idea, entonces de cómo fue, porque, paradojas del destino, tú lo cogiste antes que los otros.
DIRECTOR.- Esta historia sólo la conocemos tú y yo. Y no es preciso que la aireemos demasiado.
ARMANDO.- Pues así es todo. Créeme, hoy, los mecenas ya no existen. Ni los filántropos tampoco.
DIRECTOR.- ¿Filántropos? ¿Qué son filántropos?
ARMANDO.- Aquellos pobres hombres que creían que les sobraba el dinero y lo regalaban aquí y allá…en todas partes.
DIRECTOR.- ¿Y qué pasó con ellos?
ARMANDO.- Pues que un día se fueron a buscar el dividendo y se quedaron con las ganas.
DIRECTOR.- Claro, eran ésos de los premios literarios y todo eso ¿no?
ARMANDO.- ¡No! Esos eran los que se llamaban mecenas. En realidad toda su esplendidez se basaba en su negocio.
DIRECTOR.- ¿Pero qué negocio?
ARMANDO.- ¿Quién da dos pesetas si no sabe que va a ganar después, bajo mano, diez? ¡Nadie!
DIRECTOR.- ¿Y qué hacían?
ARMANDO.- Aún los hay, aún quedan mecenas de vocación repartidos por ese mundo. Lo de los premios literarios es otro negocio. ¿Por qué los premios más importantes, los otorgan las tres editoriales más importantes? Lo de menos es el valor, la calidad de la obra. Lo más importante es el nombre del autor, el título y la faja. Y lo demás viene por añadidura. Si después resulta que el autor escribe, desde su celda o cuenta, monstruosidades a las que nadie es insensible, tanto mejor, pero el texto es lo de menos.
No es nada nuevo que el dibujante que diseña la portada se lleve, algo así, como tres veces lo que cobra el autor. ¡Hay que picar al público, que se dé cuenta en su casa, cuando no vea más que estrecheces!
DIRECTOR.- Oye, pues es un bonito negocio. Muy inteligente.
ARMANDO.- El autor se quema pero la editorial crece en prestigio y en consejo de administración.
DIRECTOR.- ¡Pues vaya una idea!
ARMANDO.- Sí, lo es.
(El director y Armando se ponen en pie, mirando al público, fríamente)
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Vivan las editoriales!
(Se vuelven a sentar)
DIRECTOR.- ¡Organizaremos un premio!
ARMANDO.- ¿Y la editorial?
DIRECTOR.- Eso después.
ARMANDO.- Pensemos pues…
(Se encienden un cigarrillo, con el fuego aprovechan para encender dos velas, se apagan todas las luces del escenario)
DIRECTOR.- Hay que buscar un nombre bonito.
ARMANDO.- Y dulce.
DIRECTOR.- Y armonioso.
ARMANDO.- Y que suene bien al oído.
DIRECTOR.- A los dos oídos.
ARMANDO.- Premio…
DIRECTOR.- Premio…
ARMANDO.- Premio…
DIRECTOR.- ¡Fomento!
ARMANDO.- ¿Quieres fomentar algo?
DIRECTOR.- No.
ARMANDO.- Entonces sirve.
DIRECTOR.- Pero no suena bien.
ARMANDO.- Es verdad, no suena bien.
DIRECTOR.- Además, ni es dulce ni armonioso.
ARMANDO.- ¡Ya está! ¡Qué genial idea!
DIRECTOR.- ¡Idea! ¡IDEA!
(Apagan las velas y queda todo en tinieblas)
ARMANDO.- ¡Premio Consuelo!
DIRECTOR.- ¿Quieres consolar a alguien?
ARMANDO.- ¡Premio Consuelo!
DIRECTOR.- ¡No lo veo claro!
ARMANDO.- Para obras póstumas.
DIRECTOR.- Premio Consuelo, para consolar a los herederos de los escritores muertos sin una peseta ¿no es eso?
ARMANDO.- ¡No! Los escritores se presentan. Mejor dicho, los presentan sus herederos, así, el ganador no cobra los derechos íntegros sino sólo una parte y, de esta forma, nos quedamos con el cuarenta por cien de los gastos fijados en el principio.
DIRECTOR.- ¿Entonces, no es Consuelo de consolar?
ARMANDO.- No. El premio se llama Consuelo porque la editorial se llamará Consuelosa. ¿No te acuerdas que ya tienes una empresa con ese nombre?
DIRECTOR.- ¡Claro! La de Conservadores del Suelo, Sociedad Anónima.
(Se encienden, de nuevo, las luces del escenario)
ARMANDO.- De esa manera, no te hace falta volver a registrar el nombre.
DIRECTOR.- ¡Qué idea tan colosal! ¡Maravillosa! ¡Magnífica!
(Van, de nuevo, Armando y el director al centro de la escena y, con voz profética y muy seriamente, dicen)
ARMANDO Y DIRECTOR.- ¡El negocio es perfecto!
(El director va a la mesa, recoge la quiniela, la rompe y lanza al aire los fragmentos)
DIRECTOR.- ¡Se acabaron las quinielas! ¡Bobadas! ¿Sabes lo que me decía mi padre? Pues me decía: Hijo mío, la mejor lotería es el trabajo.
ARMANDO.- Y tenía razón.
DIRECTOR.- Armando, gerente mío, eres un genio de las finanzas. Hoy, te estás luciendo.
(Quedan ambos inmóviles mientras suenan unos compases de un pasodoble torero)
DIRECTOR.- Oye, ¿Dónde instalaremos la editorial?
ARMANDO.- En Barcelona, naturalmente.
DIRECTOR.- No. Seamos un poco más originales. ¿Por qué no la ponemos en cualquier otra parte?
ARMANDO.- Porque los premios en Barcelona son más importantes que en el resto del país.
DIRECTOR.- ¿Y eso por qué?
ARMANDO.- Porque allí también hablan en catalán y podemos ampliar la dimensión del concurso. Además, recuerda que todas las editoriales están en Barcelona.
DIRECTOR.- ¿Todas?
ARMANDO.- Al menos, las que hacen propaganda por televisión. Y ya sabes, todo lo que sea un poco prestigioso necesita hacer publicidad. Si no, se queda sin prestigio y sin ventas.
DIRECTOR.- Nos inventaremos un buen anuncio.
ARMANDO.- Así lo hacemos sin que publicidad se entere y no les pagamos el plus o la prima o lo que fuera.
DIRECTOR.- Pensemos pues.
ARMANDO.- Hay que decir algo que tenga algo que ver, que sea aproximadamente lo que hay, pero no exactamente.
(Armando y el director mirando al público)
ARMANDO Y DIRECTOR.- ¡Y si es en verso mejor!
ARMANDO.- Para su abuelo premio Consuelo.
DIRECTOR.- No, no, algo más fuerte.
ARMANDO.- Déjame pensar…Su antepasado, Consuelo… Querido Director, ni Lope de la Barca lo hubiera hecho mejor. Ya tengo el verso.
DIRECTOR.- Que se oiga, que se oiga.
ARMANDO.-
Su antepasado,
Desde el cielo,
Ya no es un fracasado.
Porque ha participado
En el premio Consuelo
(El director da un golpe en la mesa)
DIRECTOR.- ¡Muy bien!
ARMANDO.- Es que yo, en el fondo, soy un poco poeta.
DIRECTOR.- Y yo también.
ARMANDO Y DIRECTOR.- En el fondo, todos somos unos poetas.
(Vuelven a sentarse ambos)
ARMANDO.- La verdad es que ha sido demasiado fortuita la idea de la editorial y del premio…
DIRECTOR.- No, sencillamente ha salido en la conversación.
ARMANDO.- Podíamos pensar un poco más en la idea. Ha sido demasiado rápido y debíamos vigilar un poco nuestra situación actual.
DIRECTOR.- Como quieras. ¡Pili!
(Aparece una muchacha con gafas que denotan concentración y un bloc en la mano)
PILI.- ¿Llamaba el señor director?
ARMANDO.- Dígale al tesorero jefe o a cualquiera que haya por ahí que venga.
PILI.- ¿Para qué?
DIRECTOR.- Eso no te importa a ti. Haz lo que te dice.
ARMANDO.- No deseo un estado de cuentas sino sólo una opinión.
PILI.- De acuerdo. Voy enseguida. ¿Le digo que venga?
DIRECTOR.- ¡Claro tonta!
(Cuando la secretaria se va, Armando se va a la puerta, se cerciora de que no hay nadie, vuelve a la mesa y de un cajón extrae una botella y dos vasos)
DIRECTOR.- Nadie debe vernos. Sería una vergüenza.
ARMANDO.- ¡Si estás en tu despacho!
DIRECTOR.- Bebamos pues. Y brindemos por nuestra inteligencia.
(Mientras beben, se oyen unos compases del sitio de Zaragoza).
(Aparece el cajero por la izquierda)
CAJERO.- (entrando) Les juro que yo no sé nada.
ARMANDO.- ¡Diego! Siéntese hombre.
(Se sienta)
CAJERO.- Por mi madre, que yo no he tocado los libros. Ha sido Ramírez, en serio, no me formen expediente. Yo lo único que hice fue corregir, aquí, allí…
DIRECTOR.- Tranquilícese, hombre. Tome, beba un poco de esto.
(Le pone un vaso y el cajero, temeroso, lo bebe)
DIRECTOR.- Es sólo una pregunta de trámite.
CAJERO.- ¿Debo considerarme expulsado?
ARMANDO.- ¿Expulsado? Déjenos hablar por favor.
CAJERO.- Hablen, hablen, pero no tengo…nada que ocultar, de verdad.
DIRECTOR.- Y me parece muy bien.
ARMANDO.- ¡Por favor! Sólo es una pregunta. ¿Vamos bien?
CAJERO.- ¡De maravilla! ¡Si señor! Pero es que yo no hice nada.
DIRECTOR.- ¡Y dale! ¿Vamos bien o no vamos bien?
CAJERO.- ¡Muy bien, sí señor!
ARMANDO.- Pues lárguese usted ya, hombre.
CAJERO.- Perdone el señor director y el señor gerente pero es que estoy un poco nervioso.
(Desaparece el cajero)
ARMANDO.- Bien, creo que podemos comenzar.
DIRECTOR.- Comencemos pues. Somos dos. ¡La unión hace la fuerza!
ARMANDO.- Pondremos en marcha nuestro poder.
DIRECTOR.- ¡Fuerza y poder!
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Buen anuncio para un reconstituyente!
ARMANDO.- Deberíamos pedir alguna colaboración para el premio. Algo que no tuviera que ver con nosotros pero que contribuyera a darle bombo. Pidamos colaboración.
(Se oye una marcha militar norteamericana, aparece un cura vestido con sotana, por la derecha y se coloca en el centro del escenario)
CURA.- ¡El vencedor tendrá indulgencia plenaria! Y de esta forma:
Si está en el purgatorio
Irá al cielo
Por haber conseguido
El premio Consuelo.
(Aparece por la derecha, asimismo, un enterrador vestido de negro con sombrero de copa y una pala en el hombro)
ENTERRADOR.- El vencedor se verá trasladado al panteón de hombres ilustres y de esta forma:
Gracias al premio Consuelo
De la terrosa vitrina
Pasará Vd, sin darse cuenta
A un divino panteón
Incluso con derecho a cocina.
(Por la derecha también, un muchacho vestido de futbolista, con un gran crespón negro en el brazo derecho y sosteniendo un balón)
FUTBOLISTA.- El domingo de la votación, en el partido, todos llevaremos crespones negros, el balón, pentágonos negros y hasta el árbitro vestirá, como ocasión especial, totalmente de negro.
El vencedor ha muerto. ¡Viva el vencedor! ¡Hip, Hip!
TODOS.- ¡Hurra!
(Aparece un banquero muy bien vestido fumando en pipa)
BANQUERO.- Nuestro banco, además se compromete a guardar en lugar seguro, es decir, en su caja fuerte, todos los emolumentos del premio. Y por si esto fuera poco, por ser una ocasión tan especial, pagará, naturalmente si se empieza a retirar el dinero cuarenta y cinco años después de imponerlo, un interés superior al cuatro por ciento. Exactamente…
(Mira al bloc que acaba de sacar)
Exactamente…¡ El cuatro coma trescientos treinta y tres por ciento pagadero en el acto!
Pero también nosotros queremos rendir nuestro homenaje de simpatía al vencedor. El día del bicentenario de su muerte, nuestro banco, como recuerdo emocionado a ese genio de las letras, abrirá sus ventanillas media hora antes de lo usual y regalará un ejemplar de la obra premiada a todos los clientes que impongan ese día un mínimo de diez millones de pesetas, que en aquella época será una cantidad despreciable.
CURA.- ¡Muy bien! ¡Bravo!
(Aplauden todos)
ENTERRADOR.- Nunca es tarde si la dicha llega.
FUTBOLISTA.- El que la sigue la consigue.
BANQUERO.- Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
DIRECTOR.-
(Colocándose en el centro)
Señores, estoy profundamente agradecido por las muestras de colaboración que han demostrado ustedes. Un ejemplo a seguir. Nos han demostrado ustedes su desapego, su generosidad y su gran corazón. Les estoy reconocido. Yo y también todos esos posibles participantes que se encuentran en todas partes. Busquemos entre ellos al vencedor, al único que se lo merezca. Se trata de un premio puramente simbólico, puramente…
ARMANDO.- (Apuntándole) ¡Accidental!
DIRECTOR.- Puramente accidental. Porque, en fin señores, ustedes y yo sabemos que la calidad literaria es lo de menos. Entiéndanlo. ¿Qué puede decir de importancia un hombre que no ha sabido hacer una peseta en su vida? ¡Nada! Por esto el premio es abstracto, sobre unas bases muy concretas. Continuemos pues la búsqueda y captura del mejor…
CURA.- Por nuestro señor el dólar.
TODOS.- ¡Amén!
(Suena de nuevo la marcha militar, mientras los llegados desaparecen en fila)
(Armando y el director se sientan de nuevo con cara aburrida)
DIRECTOR.- La verdad es que todo ha sido demasiado fácil.
ARMANDO.- Tal vez tengas razón. ¡Lo que me hubiera gustado pelearme con alguien!
DIRECTOR.- Todo el mundo colabora, todo va sobre ruedas, esto no es normal.
ARMANDO.- Todos responden, me parece que aquí pasa algo.
DIRECTOR.- ¿Qué será?
ARMANDO.- Eso digo yo. Toma un cigarrillo.
(Aprovechan el fuego de la cerilla par encender de nuevo las velas que hay sobre la mesa)
(Oscuridad en el escenario)
ARMANDO.- …porque ¡a mí que no me vengan con cuentos!
DIRECTOR.- A lo mejor ha sido desinteresadamente…
ARMANDO.- ¡Esto es un negocio, no una novela!
DIRECTOR.- ¡Hipócritas!
ARMANDO.- ¡Fariseos!
DIRECTOR.- ¡Mentirosos!
ARMANDO.- ¡Ladrones!
DIRECTOR.- ¡Asesinos!
ARMANDO.- Lo mejor será descubrirlo con el tiempo.
DIRECTOR.- Nuestro porcentaje no nos lo quitan ni ellos ni nadie, ¡Démosle tiempo al tiempo!
ARMANDO.- ¡Desinteresadamente!
(Despectivamente)
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Demasiado raro para ser verdad!
(Apagan las velas, oscuridad total)
DIRECTOR Y ARMANDO.-
(Alternativamente)
¡Imposible!
ARMANDO.- Equis.
DIRECTOR.- ¿Equis? ¡Tú que sabrás!
ARMANDO.- Uno.
DIRECTOR.- ¡Ahora hablas con sabiduría! ¡Un uno! ¡De ésta me hago más millonario!
ARMANDO.- Déjanos algo a los demás ¿no?
DIRECTOR.- No. Para que uno se haga millonario es necesario que otro se muera de hambre ¿no es eso? Pues, si uno quiere ser millonario, es lógico que mueran más.
ARMANDO.- ¡Si te sobra el dinero!
(El director dejando la quiniela)
DIRECTOR.- ¡El dinero no sobra! ¡Falta! ¿Quién habrá que le sobre el dinero?
ARMANDO.- Mucha gente. A los banqueros, por ejemplo.
DIRECTOR.- Pero ése no es suyo…
ARMANDO.- ¿Ah, no? ¿Y de quién entonces?
DIRECTOR.- Pues… no sé. De quienes lo dejamos en sus bancos, supongo.
ARMANDO.- ¡Y allí están! Legalmente te pertenecen, pero realmente, no. Por eso, cuando alguien lo necesita no acuden a ti, sino al director del banco, porque es más rápido, dicen.
DIRECTOR.- Ya. Enterado.
ARMANDO.-
(Poniéndose en pie)
No sé quién dijo, y tenía mucha razón, que fundar un banco es moralmente lo mismo que atracarlo.
DIRECTOR.- Todo el mundo se baña en agua sucia.
ARMANDO.- Así es. A nadie le sobra el dinero porque, si así fuera, la vida perdería todo su encanto, ¿no crees? Por ejemplo tú. ¿Qué harías si un día te dieses cuenta de que se te cae el dinero del bolsillo?
DIRECTOR.- Comprarme un yate…
ARMANDO.- Si ya tienes uno…
DIRECTOR.- Pues otro, comprar…comprar, comprar…
ARMANDO.- ¿Ves? No sabrías qué hacer. Estarías quieto en tu casa, sabiendo que puedes hacer lo que te plazca, pero sin hacerlo.
DIRECTOR.- ¿Y no es bastante?
ARMANDO.- Claro que no. Si tuviéramos todo el oro del mundo ¿por cuál cambiarías el placer de quitárselo a los demás?
DIRECTOR.- Mi dinero es mío.
ARMANDO.- ¿Y de quién era antes?
DIRECTOR.- Antes era del primero que lo cogiera. Como las perdices.
ARMANDO.- Exacto. Vas haciéndote la idea, entonces de cómo fue, porque, paradojas del destino, tú lo cogiste antes que los otros.
DIRECTOR.- Esta historia sólo la conocemos tú y yo. Y no es preciso que la aireemos demasiado.
ARMANDO.- Pues así es todo. Créeme, hoy, los mecenas ya no existen. Ni los filántropos tampoco.
DIRECTOR.- ¿Filántropos? ¿Qué son filántropos?
ARMANDO.- Aquellos pobres hombres que creían que les sobraba el dinero y lo regalaban aquí y allá…en todas partes.
DIRECTOR.- ¿Y qué pasó con ellos?
ARMANDO.- Pues que un día se fueron a buscar el dividendo y se quedaron con las ganas.
DIRECTOR.- Claro, eran ésos de los premios literarios y todo eso ¿no?
ARMANDO.- ¡No! Esos eran los que se llamaban mecenas. En realidad toda su esplendidez se basaba en su negocio.
DIRECTOR.- ¿Pero qué negocio?
ARMANDO.- ¿Quién da dos pesetas si no sabe que va a ganar después, bajo mano, diez? ¡Nadie!
DIRECTOR.- ¿Y qué hacían?
ARMANDO.- Aún los hay, aún quedan mecenas de vocación repartidos por ese mundo. Lo de los premios literarios es otro negocio. ¿Por qué los premios más importantes, los otorgan las tres editoriales más importantes? Lo de menos es el valor, la calidad de la obra. Lo más importante es el nombre del autor, el título y la faja. Y lo demás viene por añadidura. Si después resulta que el autor escribe, desde su celda o cuenta, monstruosidades a las que nadie es insensible, tanto mejor, pero el texto es lo de menos.
No es nada nuevo que el dibujante que diseña la portada se lleve, algo así, como tres veces lo que cobra el autor. ¡Hay que picar al público, que se dé cuenta en su casa, cuando no vea más que estrecheces!
DIRECTOR.- Oye, pues es un bonito negocio. Muy inteligente.
ARMANDO.- El autor se quema pero la editorial crece en prestigio y en consejo de administración.
DIRECTOR.- ¡Pues vaya una idea!
ARMANDO.- Sí, lo es.
(El director y Armando se ponen en pie, mirando al público, fríamente)
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Vivan las editoriales!
(Se vuelven a sentar)
DIRECTOR.- ¡Organizaremos un premio!
ARMANDO.- ¿Y la editorial?
DIRECTOR.- Eso después.
ARMANDO.- Pensemos pues…
(Se encienden un cigarrillo, con el fuego aprovechan para encender dos velas, se apagan todas las luces del escenario)
DIRECTOR.- Hay que buscar un nombre bonito.
ARMANDO.- Y dulce.
DIRECTOR.- Y armonioso.
ARMANDO.- Y que suene bien al oído.
DIRECTOR.- A los dos oídos.
ARMANDO.- Premio…
DIRECTOR.- Premio…
ARMANDO.- Premio…
DIRECTOR.- ¡Fomento!
ARMANDO.- ¿Quieres fomentar algo?
DIRECTOR.- No.
ARMANDO.- Entonces sirve.
DIRECTOR.- Pero no suena bien.
ARMANDO.- Es verdad, no suena bien.
DIRECTOR.- Además, ni es dulce ni armonioso.
ARMANDO.- ¡Ya está! ¡Qué genial idea!
DIRECTOR.- ¡Idea! ¡IDEA!
(Apagan las velas y queda todo en tinieblas)
ARMANDO.- ¡Premio Consuelo!
DIRECTOR.- ¿Quieres consolar a alguien?
ARMANDO.- ¡Premio Consuelo!
DIRECTOR.- ¡No lo veo claro!
ARMANDO.- Para obras póstumas.
DIRECTOR.- Premio Consuelo, para consolar a los herederos de los escritores muertos sin una peseta ¿no es eso?
ARMANDO.- ¡No! Los escritores se presentan. Mejor dicho, los presentan sus herederos, así, el ganador no cobra los derechos íntegros sino sólo una parte y, de esta forma, nos quedamos con el cuarenta por cien de los gastos fijados en el principio.
DIRECTOR.- ¿Entonces, no es Consuelo de consolar?
ARMANDO.- No. El premio se llama Consuelo porque la editorial se llamará Consuelosa. ¿No te acuerdas que ya tienes una empresa con ese nombre?
DIRECTOR.- ¡Claro! La de Conservadores del Suelo, Sociedad Anónima.
(Se encienden, de nuevo, las luces del escenario)
ARMANDO.- De esa manera, no te hace falta volver a registrar el nombre.
DIRECTOR.- ¡Qué idea tan colosal! ¡Maravillosa! ¡Magnífica!
(Van, de nuevo, Armando y el director al centro de la escena y, con voz profética y muy seriamente, dicen)
ARMANDO Y DIRECTOR.- ¡El negocio es perfecto!
(El director va a la mesa, recoge la quiniela, la rompe y lanza al aire los fragmentos)
DIRECTOR.- ¡Se acabaron las quinielas! ¡Bobadas! ¿Sabes lo que me decía mi padre? Pues me decía: Hijo mío, la mejor lotería es el trabajo.
ARMANDO.- Y tenía razón.
DIRECTOR.- Armando, gerente mío, eres un genio de las finanzas. Hoy, te estás luciendo.
(Quedan ambos inmóviles mientras suenan unos compases de un pasodoble torero)
DIRECTOR.- Oye, ¿Dónde instalaremos la editorial?
ARMANDO.- En Barcelona, naturalmente.
DIRECTOR.- No. Seamos un poco más originales. ¿Por qué no la ponemos en cualquier otra parte?
ARMANDO.- Porque los premios en Barcelona son más importantes que en el resto del país.
DIRECTOR.- ¿Y eso por qué?
ARMANDO.- Porque allí también hablan en catalán y podemos ampliar la dimensión del concurso. Además, recuerda que todas las editoriales están en Barcelona.
DIRECTOR.- ¿Todas?
ARMANDO.- Al menos, las que hacen propaganda por televisión. Y ya sabes, todo lo que sea un poco prestigioso necesita hacer publicidad. Si no, se queda sin prestigio y sin ventas.
DIRECTOR.- Nos inventaremos un buen anuncio.
ARMANDO.- Así lo hacemos sin que publicidad se entere y no les pagamos el plus o la prima o lo que fuera.
DIRECTOR.- Pensemos pues.
ARMANDO.- Hay que decir algo que tenga algo que ver, que sea aproximadamente lo que hay, pero no exactamente.
(Armando y el director mirando al público)
ARMANDO Y DIRECTOR.- ¡Y si es en verso mejor!
ARMANDO.- Para su abuelo premio Consuelo.
DIRECTOR.- No, no, algo más fuerte.
ARMANDO.- Déjame pensar…Su antepasado, Consuelo… Querido Director, ni Lope de la Barca lo hubiera hecho mejor. Ya tengo el verso.
DIRECTOR.- Que se oiga, que se oiga.
ARMANDO.-
Su antepasado,
Desde el cielo,
Ya no es un fracasado.
Porque ha participado
En el premio Consuelo
(El director da un golpe en la mesa)
DIRECTOR.- ¡Muy bien!
ARMANDO.- Es que yo, en el fondo, soy un poco poeta.
DIRECTOR.- Y yo también.
ARMANDO Y DIRECTOR.- En el fondo, todos somos unos poetas.
(Vuelven a sentarse ambos)
ARMANDO.- La verdad es que ha sido demasiado fortuita la idea de la editorial y del premio…
DIRECTOR.- No, sencillamente ha salido en la conversación.
ARMANDO.- Podíamos pensar un poco más en la idea. Ha sido demasiado rápido y debíamos vigilar un poco nuestra situación actual.
DIRECTOR.- Como quieras. ¡Pili!
(Aparece una muchacha con gafas que denotan concentración y un bloc en la mano)
PILI.- ¿Llamaba el señor director?
ARMANDO.- Dígale al tesorero jefe o a cualquiera que haya por ahí que venga.
PILI.- ¿Para qué?
DIRECTOR.- Eso no te importa a ti. Haz lo que te dice.
ARMANDO.- No deseo un estado de cuentas sino sólo una opinión.
PILI.- De acuerdo. Voy enseguida. ¿Le digo que venga?
DIRECTOR.- ¡Claro tonta!
(Cuando la secretaria se va, Armando se va a la puerta, se cerciora de que no hay nadie, vuelve a la mesa y de un cajón extrae una botella y dos vasos)
DIRECTOR.- Nadie debe vernos. Sería una vergüenza.
ARMANDO.- ¡Si estás en tu despacho!
DIRECTOR.- Bebamos pues. Y brindemos por nuestra inteligencia.
(Mientras beben, se oyen unos compases del sitio de Zaragoza).
(Aparece el cajero por la izquierda)
CAJERO.- (entrando) Les juro que yo no sé nada.
ARMANDO.- ¡Diego! Siéntese hombre.
(Se sienta)
CAJERO.- Por mi madre, que yo no he tocado los libros. Ha sido Ramírez, en serio, no me formen expediente. Yo lo único que hice fue corregir, aquí, allí…
DIRECTOR.- Tranquilícese, hombre. Tome, beba un poco de esto.
(Le pone un vaso y el cajero, temeroso, lo bebe)
DIRECTOR.- Es sólo una pregunta de trámite.
CAJERO.- ¿Debo considerarme expulsado?
ARMANDO.- ¿Expulsado? Déjenos hablar por favor.
CAJERO.- Hablen, hablen, pero no tengo…nada que ocultar, de verdad.
DIRECTOR.- Y me parece muy bien.
ARMANDO.- ¡Por favor! Sólo es una pregunta. ¿Vamos bien?
CAJERO.- ¡De maravilla! ¡Si señor! Pero es que yo no hice nada.
DIRECTOR.- ¡Y dale! ¿Vamos bien o no vamos bien?
CAJERO.- ¡Muy bien, sí señor!
ARMANDO.- Pues lárguese usted ya, hombre.
CAJERO.- Perdone el señor director y el señor gerente pero es que estoy un poco nervioso.
(Desaparece el cajero)
ARMANDO.- Bien, creo que podemos comenzar.
DIRECTOR.- Comencemos pues. Somos dos. ¡La unión hace la fuerza!
ARMANDO.- Pondremos en marcha nuestro poder.
DIRECTOR.- ¡Fuerza y poder!
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Buen anuncio para un reconstituyente!
ARMANDO.- Deberíamos pedir alguna colaboración para el premio. Algo que no tuviera que ver con nosotros pero que contribuyera a darle bombo. Pidamos colaboración.
(Se oye una marcha militar norteamericana, aparece un cura vestido con sotana, por la derecha y se coloca en el centro del escenario)
CURA.- ¡El vencedor tendrá indulgencia plenaria! Y de esta forma:
Si está en el purgatorio
Irá al cielo
Por haber conseguido
El premio Consuelo.
(Aparece por la derecha, asimismo, un enterrador vestido de negro con sombrero de copa y una pala en el hombro)
ENTERRADOR.- El vencedor se verá trasladado al panteón de hombres ilustres y de esta forma:
Gracias al premio Consuelo
De la terrosa vitrina
Pasará Vd, sin darse cuenta
A un divino panteón
Incluso con derecho a cocina.
(Por la derecha también, un muchacho vestido de futbolista, con un gran crespón negro en el brazo derecho y sosteniendo un balón)
FUTBOLISTA.- El domingo de la votación, en el partido, todos llevaremos crespones negros, el balón, pentágonos negros y hasta el árbitro vestirá, como ocasión especial, totalmente de negro.
El vencedor ha muerto. ¡Viva el vencedor! ¡Hip, Hip!
TODOS.- ¡Hurra!
(Aparece un banquero muy bien vestido fumando en pipa)
BANQUERO.- Nuestro banco, además se compromete a guardar en lugar seguro, es decir, en su caja fuerte, todos los emolumentos del premio. Y por si esto fuera poco, por ser una ocasión tan especial, pagará, naturalmente si se empieza a retirar el dinero cuarenta y cinco años después de imponerlo, un interés superior al cuatro por ciento. Exactamente…
(Mira al bloc que acaba de sacar)
Exactamente…¡ El cuatro coma trescientos treinta y tres por ciento pagadero en el acto!
Pero también nosotros queremos rendir nuestro homenaje de simpatía al vencedor. El día del bicentenario de su muerte, nuestro banco, como recuerdo emocionado a ese genio de las letras, abrirá sus ventanillas media hora antes de lo usual y regalará un ejemplar de la obra premiada a todos los clientes que impongan ese día un mínimo de diez millones de pesetas, que en aquella época será una cantidad despreciable.
CURA.- ¡Muy bien! ¡Bravo!
(Aplauden todos)
ENTERRADOR.- Nunca es tarde si la dicha llega.
FUTBOLISTA.- El que la sigue la consigue.
BANQUERO.- Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
DIRECTOR.-
(Colocándose en el centro)
Señores, estoy profundamente agradecido por las muestras de colaboración que han demostrado ustedes. Un ejemplo a seguir. Nos han demostrado ustedes su desapego, su generosidad y su gran corazón. Les estoy reconocido. Yo y también todos esos posibles participantes que se encuentran en todas partes. Busquemos entre ellos al vencedor, al único que se lo merezca. Se trata de un premio puramente simbólico, puramente…
ARMANDO.- (Apuntándole) ¡Accidental!
DIRECTOR.- Puramente accidental. Porque, en fin señores, ustedes y yo sabemos que la calidad literaria es lo de menos. Entiéndanlo. ¿Qué puede decir de importancia un hombre que no ha sabido hacer una peseta en su vida? ¡Nada! Por esto el premio es abstracto, sobre unas bases muy concretas. Continuemos pues la búsqueda y captura del mejor…
CURA.- Por nuestro señor el dólar.
TODOS.- ¡Amén!
(Suena de nuevo la marcha militar, mientras los llegados desaparecen en fila)
(Armando y el director se sientan de nuevo con cara aburrida)
DIRECTOR.- La verdad es que todo ha sido demasiado fácil.
ARMANDO.- Tal vez tengas razón. ¡Lo que me hubiera gustado pelearme con alguien!
DIRECTOR.- Todo el mundo colabora, todo va sobre ruedas, esto no es normal.
ARMANDO.- Todos responden, me parece que aquí pasa algo.
DIRECTOR.- ¿Qué será?
ARMANDO.- Eso digo yo. Toma un cigarrillo.
(Aprovechan el fuego de la cerilla par encender de nuevo las velas que hay sobre la mesa)
(Oscuridad en el escenario)
ARMANDO.- …porque ¡a mí que no me vengan con cuentos!
DIRECTOR.- A lo mejor ha sido desinteresadamente…
ARMANDO.- ¡Esto es un negocio, no una novela!
DIRECTOR.- ¡Hipócritas!
ARMANDO.- ¡Fariseos!
DIRECTOR.- ¡Mentirosos!
ARMANDO.- ¡Ladrones!
DIRECTOR.- ¡Asesinos!
ARMANDO.- Lo mejor será descubrirlo con el tiempo.
DIRECTOR.- Nuestro porcentaje no nos lo quitan ni ellos ni nadie, ¡Démosle tiempo al tiempo!
ARMANDO.- ¡Desinteresadamente!
(Despectivamente)
DIRECTOR Y ARMANDO.- ¡Demasiado raro para ser verdad!
(Apagan las velas, oscuridad total)
DIRECTOR Y ARMANDO.-
(Alternativamente)
¡Imposible!
(TELÓN)
ACTO II
(Una sala de juntas).
(Una mesa grande con ocho sillas).
(Encima de la mesa hay dos mujeres recostadas).
(Fuman despreocupadamente).
(Comienzan a oírse los compases de un pasodoble)
(Mientras penetran en la sala: EL DIRECTOR, ARMANDO, EL CURA, EL ENTERRADOR, EL BANQUERO Y EL FUTBOLISTA, todos ellos con el mismo indumento de la primera parte).
(Salen, tras ellos, un fotógrafo con su cámara y un reportero, que se colocan en principio a un lado y comienzan a calcular ángulos, distancias, etc).
(Los recién llegados se colocan cada uno tras su silla).
(El cura pide silencio).
(Cesa la música)
CURA.- Señores, por favor.
(Santiguándose)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
(Todos hacen ademán de sentarse, pero, cuando ven que el cura aún está orando con la cabeza entre las manos, se quedan en pie. Imitan todos al cura)
(De nuevo el pasodoble)
(Al cesar la música todos se sientan)
ACTO II
(Una sala de juntas).
(Una mesa grande con ocho sillas).
(Encima de la mesa hay dos mujeres recostadas).
(Fuman despreocupadamente).
(Comienzan a oírse los compases de un pasodoble)
(Mientras penetran en la sala: EL DIRECTOR, ARMANDO, EL CURA, EL ENTERRADOR, EL BANQUERO Y EL FUTBOLISTA, todos ellos con el mismo indumento de la primera parte).
(Salen, tras ellos, un fotógrafo con su cámara y un reportero, que se colocan en principio a un lado y comienzan a calcular ángulos, distancias, etc).
(Los recién llegados se colocan cada uno tras su silla).
(El cura pide silencio).
(Cesa la música)
CURA.- Señores, por favor.
(Santiguándose)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
(Todos hacen ademán de sentarse, pero, cuando ven que el cura aún está orando con la cabeza entre las manos, se quedan en pie. Imitan todos al cura)
(De nuevo el pasodoble)
(Al cesar la música todos se sientan)
DIRECTOR.- (Poniéndose en pie) Por favor, señores, quiten los floreros del centro de la mesa.
(Las dos chicas que se encontraban sobre la mesa, la abandonan y van a sentarse en sus respectivos lugares)
DIRECTOR.- (Volviéndose a los periodistas) Por favor, la prensa no. Luego les avisaremos.
(El fotógrafo se acerca al director en ademán de tomar una foto, éste posa, sonríe y agradece con el gesto)
DIRECTOR.- Señores, nos hemos reunido aquí, para deliberar sobre el premio Consuelo del ejercicio de este año, primero del concurso. He querido que estemos reunidos aquí, la flor y nata de las letras del país. Así la elección será mucho más justa. Hemos recibido muchos originales. Afortunadamente, ha sido un éxito. Ya sabrán ustedes que, para participar, era necesario remitir un cupón que figuraba en cada paquete de cincuenta acciones de nuestra empresa. De esta forma, nuestra reserva ha aumentado en un cuarenta por ciento. Con estas bases, y teniendo en cuenta la gran afluencia de originales, hemos seleccionado veinticinco, los cuales se encuentran ahora sobre la mesa.
MUJER 1.- Perdón: ¿Quién los ha seleccionado?
DIRECTOR.- No se preocupe sobre este punto, mi secretaria entiende muchísimo de literatura…
MUJER 1.- Ya.
DIRECTOR.- Comencemos pues. El primero, por favor.
(El cura se pone en pie, se sube a la mesa y exagera, mientras habla, sus gestos)
CURA.- Se trata de un muchacho, que su padre es canónigo…¡Pero no! No piensen mal. La historia es larga. No existen irregularidades. Tengan en cuenta, señores, que si hubiera algo extraño, yo no hablaría de ello…es un buen muchacho, pero no vive con sus padres sino con sus tíos.
DIRECTOR.- (Con Armando) Pues es tonto… ¡Teniendo un padre cura!
CURA.- Además, tiene vocación religiosa. Eso dice. ¡Para gustos…!
MUJER 1.- ¿Cómo escribe?
CURA.- Bien, no he leído nada suyo, pero bien… ¡Muy bien!
DIRECTOR.- ¿Está vivo?
CURA.- Naturalmente, lo que pasa es que ha firmado con el nombre de un abuelo suyo, que murió hace años.
DIRECTOR.- En ese caso, todo está en orden.
CURA.- Su novela es muy buena, magnífica, pero tiene el inconveniente de que ni habla de curas progresistas, ni de la sociedad, ni siquiera de la democratización de la Iglesia. Y hoy día, un seminarista que no escriba sobre eso ¿sobre qué va a escribir? ¡Sobre bobadas!
MUJER 1.- ¿Y sobre qué ha escrito?
CURA.- No sé, ahí está…
(Recoge un original y mira el título)
CURA.- “La filosofía de hoy”
ARMANDO.- ¿Filosofía? ¿cómo se atreve? ¡Qué cara!
DIRECTOR.- Toda la filosofía está escrita ya… ¡No se puede decir nada nuevo!
(Coge el original)
Además, grandes parrafazos, ni un diálogo, ni nada de nada…
CURA.- No, diálogos, nada.
ARMANDO.- Definitivamente, este chico es tonto.
CURA.- ¡A aprender de Platón! Y otra vez que escriba en diálogo.
(Rompe el original)
(Las dos chicas que se encontraban sobre la mesa, la abandonan y van a sentarse en sus respectivos lugares)
DIRECTOR.- (Volviéndose a los periodistas) Por favor, la prensa no. Luego les avisaremos.
(El fotógrafo se acerca al director en ademán de tomar una foto, éste posa, sonríe y agradece con el gesto)
DIRECTOR.- Señores, nos hemos reunido aquí, para deliberar sobre el premio Consuelo del ejercicio de este año, primero del concurso. He querido que estemos reunidos aquí, la flor y nata de las letras del país. Así la elección será mucho más justa. Hemos recibido muchos originales. Afortunadamente, ha sido un éxito. Ya sabrán ustedes que, para participar, era necesario remitir un cupón que figuraba en cada paquete de cincuenta acciones de nuestra empresa. De esta forma, nuestra reserva ha aumentado en un cuarenta por ciento. Con estas bases, y teniendo en cuenta la gran afluencia de originales, hemos seleccionado veinticinco, los cuales se encuentran ahora sobre la mesa.
MUJER 1.- Perdón: ¿Quién los ha seleccionado?
DIRECTOR.- No se preocupe sobre este punto, mi secretaria entiende muchísimo de literatura…
MUJER 1.- Ya.
DIRECTOR.- Comencemos pues. El primero, por favor.
(El cura se pone en pie, se sube a la mesa y exagera, mientras habla, sus gestos)
CURA.- Se trata de un muchacho, que su padre es canónigo…¡Pero no! No piensen mal. La historia es larga. No existen irregularidades. Tengan en cuenta, señores, que si hubiera algo extraño, yo no hablaría de ello…es un buen muchacho, pero no vive con sus padres sino con sus tíos.
DIRECTOR.- (Con Armando) Pues es tonto… ¡Teniendo un padre cura!
CURA.- Además, tiene vocación religiosa. Eso dice. ¡Para gustos…!
MUJER 1.- ¿Cómo escribe?
CURA.- Bien, no he leído nada suyo, pero bien… ¡Muy bien!
DIRECTOR.- ¿Está vivo?
CURA.- Naturalmente, lo que pasa es que ha firmado con el nombre de un abuelo suyo, que murió hace años.
DIRECTOR.- En ese caso, todo está en orden.
CURA.- Su novela es muy buena, magnífica, pero tiene el inconveniente de que ni habla de curas progresistas, ni de la sociedad, ni siquiera de la democratización de la Iglesia. Y hoy día, un seminarista que no escriba sobre eso ¿sobre qué va a escribir? ¡Sobre bobadas!
MUJER 1.- ¿Y sobre qué ha escrito?
CURA.- No sé, ahí está…
(Recoge un original y mira el título)
CURA.- “La filosofía de hoy”
ARMANDO.- ¿Filosofía? ¿cómo se atreve? ¡Qué cara!
DIRECTOR.- Toda la filosofía está escrita ya… ¡No se puede decir nada nuevo!
(Coge el original)
Además, grandes parrafazos, ni un diálogo, ni nada de nada…
CURA.- No, diálogos, nada.
ARMANDO.- Definitivamente, este chico es tonto.
CURA.- ¡A aprender de Platón! Y otra vez que escriba en diálogo.
(Rompe el original)
DIRECTOR.- ¡Pili!
(Tras un momento de pausa, Pili aparece por la derecha)
DIRECTOR.- Pili, trae puros para todos, seis puros. Sigamos.
(Pili se marcha)
ARMANDO.- ¡Es que esta gente sólo habla de estupideces!
MUJER 2.- Además, la filosofía no se vende nada.
(Baja el cura de la mesa)
DIRECTOR.- El siguiente, por favor.
(Sube el enterrador)
ENTERRADOR.- Bien: la novela de este chico es…
DIRECTOR.- ¡No, no! ¿Quién es él?
ENTERRADOR.- Es un chaval, muy joven, su padre es…
(Duda unos instantes)
DIRECTOR.- ¡Vamos! ¡Qué es su padre?
ENTERRADOR.- Es sepulturero…
(Todos hacen gestos de desprecio)
ENTERRADOR.- ¡Pero cómo mueve la piqueta! No hay nadie que represente como él la escena del misterio.
DIRECTOR.- ¿Qué misterio?
ENTERRADOR.- Sí, es esa de
(Con voz melodramática)
“El sepulturero al anochecer se aleja de las tumbas, con la colilla entre los dientes y el pico en el hombro. Tras de él, una estela de mandíbulas marca el camino que pisó.”
Con vistas al turismo. Ya sabe. Lo de siempre. Ahora va a hacer una película y creo que va a grabar unos discos también.
DIRECTOR.- Ya, yo mismo, grabo un disco sobre el discurso que hice al personal el día del aniversario de la empresa.
ENTERRADOR.- Pues él, lo hará sobre la música de Stravinsky…
DIRECTOR.- ¿Stravinsky? ¿Es de izquierdas?
ENTERRADOR.- Desde luego.
DIRECTOR.- ¡Qué interesante!
MUJER 1.- ¿Pero, de qué va la obra del chico?
ARMANDO.- Calle mujer y deje hablar…
MUJER 2.- Las ventas dicen que, si el escritor es de izquierdas, vende más que si es de derechas. Ya saben, por si algún día prohíben alguna obra, tener la satisfacción de tener un libro prohibido en casa.
DIRECTOR.- Veamos entonces cómo es la obra. Me parece que hay una candidata.
(El enterrador recoge el original)
ENTERRADOR.- “Pablito, un niño muy bonito”
DIRECTOR.- ¡Ahí va! ¡Cuentos para niños!
ARMANDO.- ¡Lo que nos faltaba!
MUJER 2.- Los cuentos para niños se venden muy bien, pero siempre que el autor sea mujer y madre, así todo el mundo se enternece y se vende más.
ARMANDO.- Pues éste es hombre e hijo, así que no vendería nada ¿no es eso?
MUJER 2.- Nada en absoluto.
MUJER 1.- A lo mejor, dice cosas extraordinarias.
DIRECTOR.- ¡Qué va! ¡Calle mujer! ¿Qué va a decir de interesante un nene que es hijo de un sepulturero que va a grabar un disco?
¡Nada! ¡Otro! ¡Pili, esos puros!
(Baja el sepulturero de la mesa a la que sube el futbolista, que, antes de hablar, hace unos ejercicios)
FUTBOLISTA.- Este muchacho escribe teatro. Ha enviado una obra. No la he leído, pero me ha dicho la señorita, que si que la ha leído, que está muy bien.
(Señala a la mujer 1)
MUJER 1.- Sí, así es. Tiene defectos pero se pueden corregir.
DIRECTOR.- ¿Es de risa?
MUJER 1.- No, no es de risa.
DIRECTOR.- Entonces ¿de tiros?
MUJER 1.-
(Mirándole con tristeza)
No, tampoco es de tiros.
DIRECTOR.- Entonces será un dramón…
MUJER 1.- Ni siquiera eso.
DIRECTOR.- Pues si no es de tiros, ni de risa, ni es un dramón, ¿de qué es? Porque que yo sepa no hay más teatro que ese. ¿Verdad, señores?
TODOS.- Así es.
MUJER 1.- En realidad, es un dramón que da risa.
ARMANDO.- Mala cosa esa.
MUJER 1.- ¿Quieren que les lea un fragmento?
(Llega Pili con los puros en una bandeja que deposita en el centro de la mesa)
MUJER 1.- Este es el final de la obra.
(Cada uno coge un puro y lo enciende. Mientras se lo encienden suena un fragmento de “Los molinos de viento de tu espíritu”).
(Cesa la música y, tras una pausa, vuelve a comenzar)
MUJER 1.-
(Leyendo lentamente)
“Todo parece indicar que el mundo se mueve solo, que gira solo, que nadie es capaz de impulsarlo. Ante nuestros directores, ante esos, que despectivamente llamamos los de arriba, surge el desasosiego y la confusión. Vivimos en el mundo caótico del porque sí, del mando y ordeno y si el mundo no se detiene a mirar, con ojos de angustia, su propio estado es porque es inconsciente, porque se contenta con su engañosa realidad. El gobierno del más fuerte, que hace tantos años creíamos extinguido, aún perdura y estamos sometidos a él. El más fuerte, que se hace fuerte con los músculos de los demás.
(Cesa la música. Pausa)
DIRECTOR.- ¡Vaya un rollazo!
ARMANDO.- Pero en algunos puntos tiene razón. Nuestros gobernantes no saben nada de nada.
DIRECTOR.- Al elegirlos, como los eligen…
ARMANDO.- Claro, no tienen ni idea.
MUJER 2.- El teatro no se vende demasiado…
DIRECTOR.- ¿Aún vive el autor?
MUJER 1.- Sí y muy bien.
DIRECTOR.- ¡Entonces no puede presentarse!
ARMANDO.- ¡A la calle! ¡Uno menos!
DIRECTOR.- ¿Por qué se presenta si sabe que ha de estar muerto?
MUJER 2.- A lo mejor para ver si colaba.
DIRECTOR.-
(Molesto)
Eso debe ser, pero me sabe mal porque lo que dice es verdad. ¡Nuestros jefes son unos inadaptados!
MUJER 1.- Yo creo que si que se puede presentar, porque dice que el muerto no es él, sino su obra.
ARMANDO.-
(Gritando)
¡Eso es una memez!
MUJER 1.- Dice que no sirve para nada.
ARMANDO.- Pues que la tire.
MUJER 1.- Tal vez tuviéramos que estudiarlo…
DIRECTOR.- ¡Ya está bien! Yo creo que lo mejor es dejarla y eliminarla.
MUJER 1.- ¿Y eso por qué?
DIRECTOR.- ¡Porque sí! ¡No se hable más! El siguiente…
(El banquero, cuando baja el futbolista, aprovecha para marchar donde está el fotógrafo y se pone en pose mientras se le toma una foto)
DIRECTOR.- Creo que el último candidato va a ser el de la decisión.
CURA.- Eso mismo creo yo.
(Sube el banquero a la mesa)
BANQUERO.- Mi representante es un muchacho que no sólo escribe muy bien, cuestión por demás ya conocida, sino que, además, es un gran mago de los negocios; se puede decir que lo descubrí yo. Es mi secretario y la obra va firmada por su padre que murió hace algún tiempo. Es un gran muchacho.
Creo que es el único que se atiene a las bases y por eso, solicito para él, el premio de este año.
MUJER 1.- ¿Cómo es su obra?
BANQUERO.- Señorita, déjeme hablar.
DIRECTOR.- ¿Ha dicho que es su secretario?
BANQUERO.- Sí, y si sigue como ahora pronto será director de una sucursal.
ARMANDO.- ¿Van a fundar otra sucursal?
BANQUERO.- Sí, varias. ¡Hay que atraer la atención de todos! ¡Nuestro banco será pronto el más importante del país!
DIRECTOR.- Y el director será su secretario ¿no es eso?
BANQUERO.- Eso es. Pero en fin, señores, necesita dinero. Mi aval será necesario, pero no suficiente. Necesita tener dinero en el banco. Ser influyente…
DIRECTOR.- ¿Cómo se llama su obra? Así la inscribimos…
BANQUERO.- Pues no sé, voy a ver…
(El banquero busca entre los originales y va desechándolos uno a uno. Al final los deja de golpe sobre la mesa)
BANQUERO.- No está… no comprendo qué puede haber sucedido.
DIRECTOR.- Tal vez no fue seleccionada, pero me extraña.
BANQUERO.- ¡Busquemos, busquemos!
(Todos empiezan a buscar gateando bajo la mesa)
BANQUERO.-
(En pie)
A lo mejor, se olvidó de dármela.
MUJER 1.- O de escribirla…
ARMANDO.- Es preciso solucionar esta cuestión. ¡No vamos a declarar desierto el concurso estando el muchacho premiado!
DIRECTOR.- Esto se puede arreglar fácilmente. El premio, señores, por unanimidad a este muchacho ¿de acuerdo?
(Mira a la mujer 1)
MUJER 1.- ¿De acuerdo?
(Extrañada, mira a los demás al ver que nadie lo corrobora)
MUJER 1.-
(En pie)
¿De acuerdo o no?
(Pausa, silencio total)
DIRECTOR.- El resto nos lo imaginamos y ya está. ¿Dónde está esa obra de teatro del muchacho de los gobernantes y todo eso?
ARMANDO.- ¡Aquí está, pero no es la premiada!
DIRECTOR.- ¿Por qué no? ¡Premiamos la obra, le cambiamos el título y se la adjudicamos al secretario del señor banquero! ¿Es o no es una buena idea?
BANQUERO.- Una idea luminosa…
Por favor, firmen todos en la portada.
DIRECTOR.- Firmen, firmen…
(Todos imprimen su huella dactilar en la portada)
DIRECTOR.-
(Recogiendo el original)
Señores de la prensa, ustedes son testigos de la total honradez en el veredicto de este primer premio Consuelo.
(El fotógrafo toma unas fotos y el reportero escribe en su bloc el nombre de la obra)
DIRECTOR.- (Poniéndose en pie) Creo que ya ha terminado nuestra misión. El año próximo volveremos a reunirnos para otro premio. Ese segundo premio debe ser más importante que este primero, y nosotros, procuraremos colaborar al máximo para que nos superemos lo necesario. Por esto, señores, espero que el año próximo todos hayamos aprendido a leer.
(Todos desfilan por la izquierda, hablando entre ellos).
(Sólo queda, recostada sobre la mesa, la mujer 1)
(Suena un fragmento de “Los molinos de viento de tu espíritu”)
(Cuando, alguien aparece por donde los demás salen, lleva una vela encendida en la mano. Se coloca en el centro y se apagan las luces del escenario)
LEYENDO: “Todo parece indicar que el mundo se mueve solo, que gira solo, que nadie es capaz de impulsarlo. Ante nuestros directores, ante esos, a los que despectivamente llamamos los de arriba, surge el desasosiego y la confusión. Vivimos en el mundo caótico del porque sí, del mando y ordeno y si el mundo no se detiene a mirar, con ojos de angustia, su propio estado es porque es inconsciente, porque se contenta con su engañosa realidad. El gobierno del más fuerte, que hace tantos años creíamos extinguido, aún perdura y estamos sometidos a él. El más fuerte, que se hace fuerte con los músculos de los demás.
(Breve pausa)
(Apaga la vela de un soplo y aprovechando la oscuridad cae el Telón)
(Tras un momento de pausa, Pili aparece por la derecha)
DIRECTOR.- Pili, trae puros para todos, seis puros. Sigamos.
(Pili se marcha)
ARMANDO.- ¡Es que esta gente sólo habla de estupideces!
MUJER 2.- Además, la filosofía no se vende nada.
(Baja el cura de la mesa)
DIRECTOR.- El siguiente, por favor.
(Sube el enterrador)
ENTERRADOR.- Bien: la novela de este chico es…
DIRECTOR.- ¡No, no! ¿Quién es él?
ENTERRADOR.- Es un chaval, muy joven, su padre es…
(Duda unos instantes)
DIRECTOR.- ¡Vamos! ¡Qué es su padre?
ENTERRADOR.- Es sepulturero…
(Todos hacen gestos de desprecio)
ENTERRADOR.- ¡Pero cómo mueve la piqueta! No hay nadie que represente como él la escena del misterio.
DIRECTOR.- ¿Qué misterio?
ENTERRADOR.- Sí, es esa de
(Con voz melodramática)
“El sepulturero al anochecer se aleja de las tumbas, con la colilla entre los dientes y el pico en el hombro. Tras de él, una estela de mandíbulas marca el camino que pisó.”
Con vistas al turismo. Ya sabe. Lo de siempre. Ahora va a hacer una película y creo que va a grabar unos discos también.
DIRECTOR.- Ya, yo mismo, grabo un disco sobre el discurso que hice al personal el día del aniversario de la empresa.
ENTERRADOR.- Pues él, lo hará sobre la música de Stravinsky…
DIRECTOR.- ¿Stravinsky? ¿Es de izquierdas?
ENTERRADOR.- Desde luego.
DIRECTOR.- ¡Qué interesante!
MUJER 1.- ¿Pero, de qué va la obra del chico?
ARMANDO.- Calle mujer y deje hablar…
MUJER 2.- Las ventas dicen que, si el escritor es de izquierdas, vende más que si es de derechas. Ya saben, por si algún día prohíben alguna obra, tener la satisfacción de tener un libro prohibido en casa.
DIRECTOR.- Veamos entonces cómo es la obra. Me parece que hay una candidata.
(El enterrador recoge el original)
ENTERRADOR.- “Pablito, un niño muy bonito”
DIRECTOR.- ¡Ahí va! ¡Cuentos para niños!
ARMANDO.- ¡Lo que nos faltaba!
MUJER 2.- Los cuentos para niños se venden muy bien, pero siempre que el autor sea mujer y madre, así todo el mundo se enternece y se vende más.
ARMANDO.- Pues éste es hombre e hijo, así que no vendería nada ¿no es eso?
MUJER 2.- Nada en absoluto.
MUJER 1.- A lo mejor, dice cosas extraordinarias.
DIRECTOR.- ¡Qué va! ¡Calle mujer! ¿Qué va a decir de interesante un nene que es hijo de un sepulturero que va a grabar un disco?
¡Nada! ¡Otro! ¡Pili, esos puros!
(Baja el sepulturero de la mesa a la que sube el futbolista, que, antes de hablar, hace unos ejercicios)
FUTBOLISTA.- Este muchacho escribe teatro. Ha enviado una obra. No la he leído, pero me ha dicho la señorita, que si que la ha leído, que está muy bien.
(Señala a la mujer 1)
MUJER 1.- Sí, así es. Tiene defectos pero se pueden corregir.
DIRECTOR.- ¿Es de risa?
MUJER 1.- No, no es de risa.
DIRECTOR.- Entonces ¿de tiros?
MUJER 1.-
(Mirándole con tristeza)
No, tampoco es de tiros.
DIRECTOR.- Entonces será un dramón…
MUJER 1.- Ni siquiera eso.
DIRECTOR.- Pues si no es de tiros, ni de risa, ni es un dramón, ¿de qué es? Porque que yo sepa no hay más teatro que ese. ¿Verdad, señores?
TODOS.- Así es.
MUJER 1.- En realidad, es un dramón que da risa.
ARMANDO.- Mala cosa esa.
MUJER 1.- ¿Quieren que les lea un fragmento?
(Llega Pili con los puros en una bandeja que deposita en el centro de la mesa)
MUJER 1.- Este es el final de la obra.
(Cada uno coge un puro y lo enciende. Mientras se lo encienden suena un fragmento de “Los molinos de viento de tu espíritu”).
(Cesa la música y, tras una pausa, vuelve a comenzar)
MUJER 1.-
(Leyendo lentamente)
“Todo parece indicar que el mundo se mueve solo, que gira solo, que nadie es capaz de impulsarlo. Ante nuestros directores, ante esos, que despectivamente llamamos los de arriba, surge el desasosiego y la confusión. Vivimos en el mundo caótico del porque sí, del mando y ordeno y si el mundo no se detiene a mirar, con ojos de angustia, su propio estado es porque es inconsciente, porque se contenta con su engañosa realidad. El gobierno del más fuerte, que hace tantos años creíamos extinguido, aún perdura y estamos sometidos a él. El más fuerte, que se hace fuerte con los músculos de los demás.
(Cesa la música. Pausa)
DIRECTOR.- ¡Vaya un rollazo!
ARMANDO.- Pero en algunos puntos tiene razón. Nuestros gobernantes no saben nada de nada.
DIRECTOR.- Al elegirlos, como los eligen…
ARMANDO.- Claro, no tienen ni idea.
MUJER 2.- El teatro no se vende demasiado…
DIRECTOR.- ¿Aún vive el autor?
MUJER 1.- Sí y muy bien.
DIRECTOR.- ¡Entonces no puede presentarse!
ARMANDO.- ¡A la calle! ¡Uno menos!
DIRECTOR.- ¿Por qué se presenta si sabe que ha de estar muerto?
MUJER 2.- A lo mejor para ver si colaba.
DIRECTOR.-
(Molesto)
Eso debe ser, pero me sabe mal porque lo que dice es verdad. ¡Nuestros jefes son unos inadaptados!
MUJER 1.- Yo creo que si que se puede presentar, porque dice que el muerto no es él, sino su obra.
ARMANDO.-
(Gritando)
¡Eso es una memez!
MUJER 1.- Dice que no sirve para nada.
ARMANDO.- Pues que la tire.
MUJER 1.- Tal vez tuviéramos que estudiarlo…
DIRECTOR.- ¡Ya está bien! Yo creo que lo mejor es dejarla y eliminarla.
MUJER 1.- ¿Y eso por qué?
DIRECTOR.- ¡Porque sí! ¡No se hable más! El siguiente…
(El banquero, cuando baja el futbolista, aprovecha para marchar donde está el fotógrafo y se pone en pose mientras se le toma una foto)
DIRECTOR.- Creo que el último candidato va a ser el de la decisión.
CURA.- Eso mismo creo yo.
(Sube el banquero a la mesa)
BANQUERO.- Mi representante es un muchacho que no sólo escribe muy bien, cuestión por demás ya conocida, sino que, además, es un gran mago de los negocios; se puede decir que lo descubrí yo. Es mi secretario y la obra va firmada por su padre que murió hace algún tiempo. Es un gran muchacho.
Creo que es el único que se atiene a las bases y por eso, solicito para él, el premio de este año.
MUJER 1.- ¿Cómo es su obra?
BANQUERO.- Señorita, déjeme hablar.
DIRECTOR.- ¿Ha dicho que es su secretario?
BANQUERO.- Sí, y si sigue como ahora pronto será director de una sucursal.
ARMANDO.- ¿Van a fundar otra sucursal?
BANQUERO.- Sí, varias. ¡Hay que atraer la atención de todos! ¡Nuestro banco será pronto el más importante del país!
DIRECTOR.- Y el director será su secretario ¿no es eso?
BANQUERO.- Eso es. Pero en fin, señores, necesita dinero. Mi aval será necesario, pero no suficiente. Necesita tener dinero en el banco. Ser influyente…
DIRECTOR.- ¿Cómo se llama su obra? Así la inscribimos…
BANQUERO.- Pues no sé, voy a ver…
(El banquero busca entre los originales y va desechándolos uno a uno. Al final los deja de golpe sobre la mesa)
BANQUERO.- No está… no comprendo qué puede haber sucedido.
DIRECTOR.- Tal vez no fue seleccionada, pero me extraña.
BANQUERO.- ¡Busquemos, busquemos!
(Todos empiezan a buscar gateando bajo la mesa)
BANQUERO.-
(En pie)
A lo mejor, se olvidó de dármela.
MUJER 1.- O de escribirla…
ARMANDO.- Es preciso solucionar esta cuestión. ¡No vamos a declarar desierto el concurso estando el muchacho premiado!
DIRECTOR.- Esto se puede arreglar fácilmente. El premio, señores, por unanimidad a este muchacho ¿de acuerdo?
(Mira a la mujer 1)
MUJER 1.- ¿De acuerdo?
(Extrañada, mira a los demás al ver que nadie lo corrobora)
MUJER 1.-
(En pie)
¿De acuerdo o no?
(Pausa, silencio total)
DIRECTOR.- El resto nos lo imaginamos y ya está. ¿Dónde está esa obra de teatro del muchacho de los gobernantes y todo eso?
ARMANDO.- ¡Aquí está, pero no es la premiada!
DIRECTOR.- ¿Por qué no? ¡Premiamos la obra, le cambiamos el título y se la adjudicamos al secretario del señor banquero! ¿Es o no es una buena idea?
BANQUERO.- Una idea luminosa…
Por favor, firmen todos en la portada.
DIRECTOR.- Firmen, firmen…
(Todos imprimen su huella dactilar en la portada)
DIRECTOR.-
(Recogiendo el original)
Señores de la prensa, ustedes son testigos de la total honradez en el veredicto de este primer premio Consuelo.
(El fotógrafo toma unas fotos y el reportero escribe en su bloc el nombre de la obra)
DIRECTOR.- (Poniéndose en pie) Creo que ya ha terminado nuestra misión. El año próximo volveremos a reunirnos para otro premio. Ese segundo premio debe ser más importante que este primero, y nosotros, procuraremos colaborar al máximo para que nos superemos lo necesario. Por esto, señores, espero que el año próximo todos hayamos aprendido a leer.
(Todos desfilan por la izquierda, hablando entre ellos).
(Sólo queda, recostada sobre la mesa, la mujer 1)
(Suena un fragmento de “Los molinos de viento de tu espíritu”)
(Cuando, alguien aparece por donde los demás salen, lleva una vela encendida en la mano. Se coloca en el centro y se apagan las luces del escenario)
LEYENDO: “Todo parece indicar que el mundo se mueve solo, que gira solo, que nadie es capaz de impulsarlo. Ante nuestros directores, ante esos, a los que despectivamente llamamos los de arriba, surge el desasosiego y la confusión. Vivimos en el mundo caótico del porque sí, del mando y ordeno y si el mundo no se detiene a mirar, con ojos de angustia, su propio estado es porque es inconsciente, porque se contenta con su engañosa realidad. El gobierno del más fuerte, que hace tantos años creíamos extinguido, aún perdura y estamos sometidos a él. El más fuerte, que se hace fuerte con los músculos de los demás.
(Breve pausa)
(Apaga la vela de un soplo y aprovechando la oscuridad cae el Telón)
(TELÓN)
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